Discrepo de Warhol. No porque piense que sus “ocho Elvis” (¿100 millones de dólares?) o que sus impresiones de latas de sopa Campbell sean piezas artísticas a desmerecer (manifiestan como pocas la filosofía de la posmodernidad: “lo que ves es lo que tienes”). Tampoco es que diverja de su privada religiosidad (a fin de cuentas es uno de los pintores norteamericanos con una producción pictórica iconográfica más llamativa). Lo que me hace disentir de Andrew Warhol es su frase: “In the future, everyone will be world-famous for 15 minutes”.
La cultura pop, y nuestra generación ha crecido ante su florida y psicodélica estética (¿quién no tuvo un pantalón acampanado?), establece dos parámetros básicos que surgen de esta frase: celeridad y celebridad. Todo fluye con suma velocidad y todos, o muchos, buscan la fama.
Que se lo digan a Adán Silvio Minuet y al espectáculo que montó el 22 de abril del año en curso [2010]. Hay un puente que cruza la Autopista Panamericana a 47 kilómetros de Buenos Aires, en el partido de Escobar. Es uno de muchos, circundado por un mallazo para evitar situaciones comprometedoras. A él se dirigió Adán tras tener una discusión con su pareja por motivos de infidelidad con el objetivo de suicidarse o no. Cuatro horas estuvo sobre dicha estructura amenazando con lanzarse al asfalto, cuatro horas de expectación y notoriedad. Cuatro largas horas (a algunos les adeuda el haber consumido su porción de fama).
Cuando escuché la noticia, en la estación de autobuses, pensé, cosas de teólogos, en un nomen omen. ¡Qué nombres tan pertinentes para una situación como ésa! Adán expuesto a lo público por su irregularidad, por su error, por su pecado. Silvio en la jungla (eso sí, a lo latino y silvestre) frente a la jauría humana (para algunos con prisa terminó siendo el fugitivo de Horton Foote). Minuet, haciéndonos danzar a todos un baile cómico (más de 9 kilómetros de vehículos esperando el desenlace). Estoy seguro de que más de uno tuvo un mal pensamiento con relación al vacío.
Venía de una reunión laboral y anhelaba el encuentro familiar cuando fui emplazado, sin mi explícito deseo, al capricho de otros. Convocado sin consentimiento. Y lo triste es que no era la primera vez. Vivimos expuestos a la convocatoria de lo ajeno sin tener la sensación de que hemos sido consultados. ¿Quién decidió que podía reunirnos a competir? El más alto, el más listo, el más rico, el más simpático, el más espiritual. ¿Y a codiciar? La casa, el auto, el título, la pareja, la juventud, el estatus. ¿A quién se le ocurrió asignar qué tengo que contemplar? Telebasura (lo sé, no está reconocida como un único término pero cohabitan tanto que había que unirlas), telediario (nunca los acontecimientos tan lejanos se nos habían acercado tanto, hasta el corazón), teleología (desde el positivismo a la búsqueda de la “voluntad” divina).
No sé vosotros pero yo ya estoy cansado del paso entrecortado de mi vida, de las danzas ceremoniales (impuestas, sin respuestas y presupuestadas), de los bailes de la corte versallesca de los que no se dominan a sí mismos y tienen la osadía de dominar a los demás, de tanta suite de convocatorias patrióticas (sea una allemande de mecánica impecable, unacourante de glamour sibarita, una zarabanda de plañideras caprichosas o una giga de imperio global). Quiero ser yo el que diga dónde voy y a quién me adhiero.
Reclamo mi derecho a decidir.
Y aquí es donde discrepo de Warhol. En el futuro, ese tiempo en el que el Reino de los Cielos se nos ha acercado, todo el mundo tiene la oportunidad de aceptar o no la convocatoria. Ya está bien de rumbear al son de lo insustancial. Los parámetros van a ser otros: eternidad y celebración.
La mayoría de la población humana se reúne ante lo fútil. Nos encontramos frente a la televisión, el cine, la última novela, YouTube, el partido de fútbol, Twitter para contemplar el instante. Y el instante, caprichos de la temporalidad, vive para ser olvidado. Como diría, al hilo de lo expuesto, Jorge Luis Borges: “El mayor defecto del olvido es que, a veces, incluye a la memoria.”
Minuet 1[1]
(Esta música me suena de algo)
A. Demi-coupé con el pie derecho
No ha habido nadie más sabio ni ilustrado en la tierra. No, no hablo de Aristóteles o de Dewey sino de Salomón, el hijo de David, rey de Jerusalén. Su vida se origina en los entresijos de la corte, espacio de conspiraciones palaciegas, de dimes y diretes, de harén multiétnico. Entre la amalgama de propuestas crece con la coherencia digna de un príncipe y aspirante a la monarquía. A diferencia de los colegas de los otros tronos cananeos decide, al inicio de su actividad real, convocar al pueblo ante Yhwh. ¡Qué decisión tan valiosa!
Es tiempo de literatura amorosa y sapiencial. Es indudable que el “Cantar de los Cantares” es una obra de apertura poco común para los receptores actuales de la Biblia. Aquellos transmigrantes que llegan, a lo Tertuliano, con sus tabúes al texto se encuentran silenciosamente escandalizados por lo explícito de sus mensajes. Y una idea ronda sus mentes: ¿No será que tenían razón algunos tannaítas que no querían incluirlo en el canon veterotestamentario?
Una lectura consciente del material bíblico nos lleva a comprender la belleza del cuerpo. ¡Cuánta razón tiene Elisabeth Moltmann-Jürgen cuando afirma que “la fe cristiana suscitará también cambios en las personas. Eros como relación con Dios y con el cosmos afecta también al cuerpo de la persona, que en la tradición occidental ha solido ser desdeñado o temido por los impulsos alojados en él”![2] Enseñó a convocar correctamente a la intimidad, aportando Edén a las parejas primerizas y fragancia a las experimentadas.[3] Después se dedicó al jugueteo, tan propio de intelectuales de terruño, de la búsqueda de la sabiduría en lo popular. Y se consagró a coleccionar refranes y multitud de mesalim. Fue un tiempo de misión, de crecimiento en Yhwh, de convocar a los lejanos a un espacio donde fluía la sabiduría de lo alto. Y la corte de Salomón se engalanó de transparencias egipcias, de plisados cabellos mesopotámicos, de broncíneas pieles sabeas. Fueron tiempos que habría envidiado el mismo Luis XIV, eso sí, sin pelucas empolvadas y con mucho aceite goteando por las espumosas barbas del hijo de David.
Hasta que llegó el día de...
A. Demi-coupé con el pie izquierdo
... la distancia.
Concurrir a la presencia divina aporta mucho más que academicismo, mucho más que inteligencia, aporta sabiduría. La separación de la luz, obviamente, confunde. Y Salomón se alejó de Yhwh convirtiéndose en una persona obsesionada. Los datos, el éxito, el placer, el poder fueron desequilibrándole y descubriendo, a golpes, los detalles del mundo de la oscuridad.
El pecado embota. A las personas con formación precaria les torna toscos y puramente instintivos. A las cultivadas en seres sumamente capaces de llevar lo malo a territorios extremos (nunca la soah habría sido tan cruel sin el ataque de un pueblo tan exquisitamente formado como el alemán). Y Salomón era extremadamente culto.
No deseo describir ese período con precisión porque no me place aportar más ideas inconvenientes, bastante con las que ya tenemos. Me atrevo a indicar, eso sí, que entristeció intensamente al Espíritu.
Hasta que llegó el día de...
BA’. Pas élevé con el pie derecho
... la convocatoria.
Quisiera imaginarlo sentado en su trono. Su rostro, lánguido y demacrado por las pasiones que vacían el ser, apenas si reflejaba la hermosura de un hombre de Dios. Las disonancias de la corte resonaban en su interior a cada instante. “Hastío” era la palabra que definía cada uno de sus movimientos y pensamientos. Allí, en lo profundo de su corazón, saltó una chispa. Y tuvo a bien disponerse a la, entonces, diminuta luz del Espíritu. Toda convocatoria comienza con un “¡Aquí estoy!” y lo demás es multitud.
Estoy seguro que recordó los relatos de la Torah en los que Yhwh convocaba a su pueblo. En Semot se hablaba del encuentro de la Pascua, aquel tiempo en el que el Ángel de Yhwh tuvo a bien “cojear” para salvar a los primogénitos (Ex 12). Era el tiempo del qahal, de la asamblea, de salir de las tiendas y acudir al espacio abierto (que simbolismo tan liberador). El tiempo en que el “¡Aquí estoy!” se convierte en el “¡Estamos aquí!”. En Vayiqra relataba cómo se procedía el “día de las expiaciones” y sus ojos se llenaron de lágrimas. Cuánto echaba de menos aquellos días en que su gente hallaba el perdón y el consuelo ante el templo del Altísimo (Lv 16). El tiempo del qahal de las soluciones, porque el error tiene renglones en los que Yhwh escribe con pericia, como si no importaran los borrones. Un gran vacío se hizo en su corazón cuandoBamidbar acudió a su memoria (Nm 14). La rebeldía de las gentes del desierto tintaron de dolor el vocablo qahal. Habían cambiado el sentido de la grandeza por la locura de las masas.
Pero Dios es bueno e, indudablemente, propició que se topara con las imágenes del día de la mayor convocatoria de su existencia: cuando Yhwh tuvo a bien residir con su gente en el Templo. ¡Eso sí que fue un qahal! Los niños correteaban por las calles mientras que las adolescentes servían de apoyo a ilusionados y sumamente lentos ancianos. Los arados no se encontraban en los campos y la leña esperaba para ser recogida otro día. Los cantantes del coro afinaban con denuedo al son de cítaras. Los levitas y sacerdotes se habían engalanado con sus vestimentas más decorosas. El rey lucía un aspecto primoroso y deslumbrante. Todos estaban en esa calle[4] llamada: “¡Aquí estoy!”. Y el día se hizo luz.
La vívida imagen catalizó el día del...
BA’. Pas élevé con el pie izquierdo
... cambio.
Salomón se reencontró con Dios y, con intensa convicción, comenzó a practicar el oficio de Qohélet.
Qohélet es un vocablo que deriva de qahal. Es un participio femenino que hace referencia a quehaceres profesionales (hay otros ejemplos de profesiones en femenino en el AT, como el de “escriba”). ¿Cuál era la actividad de un Qohélet? Lutero lo asoció, tomando como referencia a Jerónimo, con un Predicador. Bonora, sin embargo, lo vincula con un recopilador de proverbios.[5] Pienso que podríamos incluir algo de los conceptos anteriores y añadir, pensando en la cultura de aquel tiempo, en una especie de pregonero, de convocador de gentes para hacer notorio lo que todos debieran saber.
¿A qué llama el Qohélet? ¿A un mensaje pesimista como pretendían G. Von Rad o G. Ravasi? ¿Al abandono (Hilflosigkeit) como lo imaginaban B. Lang o M. Horkheimer? ¿A la autojustificación como afirmaba P. Sacchi? Pienso que no. Creo, siguiendo los argumentos de R. N. Whybray, N. Lohfink y el mismo A. Bonora,[6] que es una invitación a la alegría. Salomón ha salido del laberinto de la futilidad y, a grito en voz, nos advierte de los recovecos que lo constituyen y cómo sortearlo. El libro de Qohélet se convierte en un mapa de la vida, de sus etapas y dificultades, de sus atracciones y obstrucciones. En siete ocasiones se menciona el oficio (1,1-2.12; 7,27; 12,8-10) que ha incorporado Salomón a su currículo, en siete ocasiones nos recuerda que el anuncio divino va más allá del instante.
Minuet 2 con trío
(Esta melodía es casi diferente)
C. Demi-coupé con el pie derecho
Era una mañana de sábado y, como hacía casi siempre, se marchó a la sinagoga. Las empinadas calles de Nazaret no le impedían dar pasos constantes y flexibles. A fin de cuentas era la ciudad de su infancia. Había crecido entre aquel conglomerado de piedras y adobe, se había sentado tantas veces bajo las sombras de plateados olivos observando las taciturnas gentes que deambulaban aquí y allá. Estaba entre los suyos y anhelaba reunirse con ellos porque era un momento muy especial: el día de la promesa cumplida (Lc 4). El anciano leyó el texto de la Torah y arengó contra el imperio que les sometía. Eran tiempos difíciles y la sinagoga bullía (a fin de cuentas era el origen y sino de esta institución: reunir).
Le entregaron el libro del profeta Isaías y, tras desenrollarlo, inició su lectura: “Sobre mí está el Espíritu del Señor porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena noticia de la salvación; me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a liberar a los oprimidos y a pregonar el año de gracia del Señor.” (Is 61,1-2)
No era casualidad que ese sábado apareciera Jesús por la sinagoga de Nazaret. Conocía el ciclo litúrgico y sabía que la haftarah de ese día era la bienaventuranza isaiana. Quería decirle a los suyos: “¡Aquí estoy! Soy la promesa viviente. ¿Estáis conmigo?” Quería que el pregón se escuchara por doquier porque era el tiempo de la alegría, donde el Todo se encontraba con sus criaturas, donde los pueblos se reúnen para la esperanza. Pero los suyos no le conocieron, sólo vieron al hijo de José.
Y se perdieron el día de...
C. Demi-coupé con el pie izquierdo
... los milagros.
Otros los presenciaron en Capernaúm, en Jericó, en Jerusalén. Sobre todo en Jerusalén.
Las palabras de Isaías se habían hecho carne: los cojos danzaban ante él, los mudos gritaban “¡Hosanna!”, los ciegos disfrutaban del desfile. Montado sobre un burrito, rodeado de milagros en vida, entró en Jerusalén. Y toda la ciudad se conmovió (Mt 21). El destino era el Templo, espacio de reunión de multitudes, lugar donde todos eran iguales ante el Altísimo. Pero la Casa de Yhwh había arrendado su espacio a una “casa de cambios” donde el siclo era una divisa siempre en alza. Los números y los metales impedían la convocatoria (¡qué tristemente actual!). Todo tenía precio, hasta las humildes palomas. Los miró, vio a los marginados, ciegos y cojos, y decidió que les iba a aguar a los cambistas ese espectáculo. Ha sido la restauración inmobiliaria más rápida de la historia: unas cuantas mesas volcadas, muchas monedas sin dueño (¿alguna vez lo tienen?) y banqueros huyendo despavoridos. Los marginados lo entendieron como nadie, llevaban años esperando el “¡Aquí estoy!” y no dudaron en acercarse y decir: “¡Estamos aquí!”. Cuenta Mateo que los niños correteaban por los rincones del lugar gritando: “¡Hosanna!” (Mt 21,15). Había llegado la salvación.
Y es que la convocatoria divina, esa a la que nos aboca Salomón o Isaías, es diferente. Es una fiesta en la que no importa tanto el espacio exterior como el interior, el tiempo concertado como el momento elegido, la aptitud como la actitud. La posibilidad no se da por el Templo o la sinagoga sino por Yhwh o Jesús.
Fue el día del...
DC’. Pas élevé con el pie derecho
... anticipo.
La aproximación del Reino de los Cielos tendió a convertirse en una asamblea diferenciada del Templo y de la sinagoga: la iglesia. El objetivo de este instrumento consistía en proclamar la salida de los lugares espirituales institucionalizados, deteriorados por el judaísmo y deformados por el paganismo, para encontrarse con el Mesías, Jesús Hijo de Dios. En esta convocatoria no hay diferencias de estatus, raza o etnia porque en el espacio jesuano toda posibilidad tiene cabida.
En un par de siglos el proyecto se iba al traste. La influencia de gnósticos, judaizantes, sincretistas o extremistas trocaron cristianismo por cristiandad. Y se inició el interés por la polaridad: los eremitas al desierto, los asimilacionistas al poder, los teólogos a la Academia. Y la iglesia abandonó la igualdad de estatus y abrazó la jerarquía. Olvidó la igualdad de razas y destacó las maldiciones noájidas. Mutiló la igualdad de géneros y, durante siglos, sometió a las mujeres a la esclavitud más cruel, la de no ser nunca adultas.
Otras fueron las convocatorias, muchas a batallas y otras a progroms. Arrianos, Cruzadas, Inquisición, Cien años de guerra, Holocausto. Cristiandad tan dolorosa que seguimos escribiendo los eventos con mayúsculas.
Fueron días de...
DC’. Pas élevé con el pie izquierdo
... desgaste.
Apocalipsis nos etiqueta como Laodicea y, lamentablemente, tiene razón. Somos hijos de la posmodernidad y el materialismo más acuciantes. Pensamos que somos ricos y únicamente tenemos objetos, vivimos con objetos y, curiosamente, no los objetamos. Creemos que estamos vestidos pero hace mucho que andamos sólo con el cuero y no se nos cae la cara (¿careta?) de vergüenza. Tanto lifting espiritual nos ha dejado acartonados. Sostenemos que tenemos una visión de la historia y del conocimiento como nunca antes y no dejamos de golpearnos una y otra vez con los mismos males. ¿Es que no leemos las noticias?
¿A qué somos convocados? En el 1969 fue en Woodstock. Ahora, y que se lo digan a Gorillaz, en Internet. Facebook amontona a cientos de jóvenes (que se lo digan a las “rateadas” mendocinas) al ocio (palabra que ha dejado de ser sinónima de pereza para aburguesarse en connotaciones de entretenimiento). Cada día los periféricos humanos se conectan durante horas a la televisión. El romanticismo se sueña en las telenovelas, se participa de la acción en el videojuego, los paisajes se disfrutan en una pantalla de LCD o de LED o AMOLED, eso sí, de High Definition.
Puerto Príncipe, Concepción, Bangkok compiten con Cannes, Ipad o Mundial de Sudáfrica… Garzón con Federer-Nadal… Golfo de Méjico con la Gran Vía… Bernard-Henri Lévy con Tim Burton… Crisis con Cameron…
Este disco está rayado y aquí no hay quien baile.
Repetición del Minuet 1
(Ahora sí que la reconozco)
A. Demi-coupé con el pie derecho
Salomón superó su pecado, abrazó el arrepentimiento y decidió ejercer el noble arte de advertir. Ya lo dice el refranero español: “el que avisa...” Se asoció al gremio de los pregoneros divinos y le colocaron una chapita reluciente en la que ponía Qohélet.
¿Por qué? Porque ya está bien de danzar a ritmo de minuet, de ser espectáculo a los mundos. Porque la convocatoria es otra, abandona espacios y tiempos para impregnarse de libertad de decisión. Ya está bien de desgracias, ¡qué llegue la alegría del año de gracia del Señor!
Estamos abocados a un encuentro personal con Dios. Hace mucho que nos espera y tiene preparada otra música para nosotros. El single (Yhwh lo hace todo fácil) del Cordero de Dios se va a colocar en el top de los “infinitos principales”. Y eso hay que escucharlo.
BA’. Pas élevé con el pie izquierdo
Es curioso que Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare murieran en la misma fecha del mismo año (un 23 de abril de 1616) pero en distinto día. ¿Cómo es posible? El 23 de abril de Cervantes es del calendario gregoriano y el de Shakespeare del calendario juliano (sería el 3 de mayo del calendario gregoriano). Así nos van las cosas, todo el mundo celebrando la muerte de unos de los grandes escritores de todos los tiempos y éste tiene el coraje de aguantar once días más. ¿Qué queréis que os diga? Este detallito cronológico no empaña su grandeza. Sobre todo por eso de que “el sabio no se sienta para lamentarse sino que se pone alegremente a su tarea de reparar el daño hecho.” O como diría el manco más universal: “Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo en que están más secas las esperanzas.”
¡Será por convocatorias! No tengas la menor duda de que cada vez van a haber más. Más intensas, más numerosas, más llamativas, más publicitadas y más masificadas. Es hora, por tanto, de saber parar, de decidir si queremos reparar los daños y encomendar nuestro corazón a Dios.
Haz lo que mejor te parezca pero quiero que sepas que yo discrepo públicamente de Warhol y decido adherirme a Yhwh. Afirmo, además, que “tienes mucho más de lo que ves” y que estás convocado a ello.
Libertador San Martín, entre el día del libro y el día internacional de la familia del 2010
[1] La estructura de este capítulo procura discurrir al ritmo de un minuet (minueto o minué). Dicha danza es originaria de la provincia francesa de Poitou y ya tenemos registros de ella en el siglo XVII. Se llama así porque se ejecuta con pasos cortos (pas menús) y tuvo gran impacto en la corte del rey Luis XIV (menudo sol de individuo). Su compás de ¾ le otorga, al menos en nuestro capítulo, un aire gracioso y juguetón pero, obviamente, inacabado. Su estructura es, normalmente, de dos minuetos con las siguientes repeticiones AA BA’BA’ CCDC’DC’ ABA’.
[2] Jürgen Moltmann y Elisabeth Moltmann-Jürgen, Pasión por Dios: Una teología a dos voces. (Maliaño, Cantabria: Sal Terrae, 2007), 57.
[3] Cf. Víctor Armenteros, Amor se escribe si h. (Buenos Aires: ACES, 2010).
[4] Alguno de mis profesores, notable filólogo y hebraísta, sostenía que el término “calle” en español derivaba de “qahal” (¿de ahí el “call” gerundense?). No sé si será correcto etimológicamente pero estimula las connotaciones.
[5] Antonio Bonora, El libro de Qohélet (Barcelona: Herder, 1994), 10.
[6] Cf. Antonio Bonora, op. cit., 28ss.
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