He comprendido, con el devenir de los días, que la tilde cambia de lugar. Es cierto, he dejado mis años de intensidad donde todo era agudo, no siempre agudez. Y llegaron las horas llanas, francas como el corazón bueno, y crucé océanos y simas con amigos y otros. Pero mi tilde cabalga y me exige tres sílabas, poco es breve apenas mi tiempo. Las cosas son así y, cosas del acento, me siento por fin algo más de aquí, menos molesto.
NAVEGANDO
He encontrado mi brújula,
la perdí en el Ártico
de mis días de escéptico.
Recordé que la náutica
no es cosa de excéntricos,
que en el mar, la práctica,
sólo te quita el vértigo;
que las olas son pláticas
con las rocas del mérito;
que los tesoros son fábulas
de navegantes sin éxito.
He encontrado mi brújula,
y su obsesión por lo magnético
me dio una vida esdrújula
y un corazón con léxico.
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