domingo, 31 de mayo de 2009

La crisis nuestra de cada día

Os dejo una reflexión sobre el tema que no deja de sonar con el objetivo de ampliar horizontes. Es un texto publicado en la Agenda de la Universidad Adventista del Plata.

¡Menuda crisis!

Sobre la crítica, el criterio y, obviamente, la psicosis de moda

El español, esa riquísima lengua que nos une y desune, está preñada de humor. Un ejemplo es el uso de la palabra “menudo”. Normalmente se emplea para mencionar lo diminuto, la pequeñez de algo, la mínima expresión de una forma o evento. En ocasiones, sin embargo, juega a la ironía y se amplifica hasta límites mayúsculos. Decimos “¡Menudo auto!” y no nos referimos a un fiatito, o “¡Menuda feria!” y, con orgullo, hablamos de los proyectos misioneros de la UAP. En la psicosis mundial que actualmente se vive, se escucha por doquier eso de “¡Menuda crisis!”; y algún que otro valiente osa afirmar “crisis menuda”. Sea como fuere (¡menuda! o menuda) el término está en boca de multitudes preocupadas o discrepantes y, eso, merece una reflexión.

La palabra “crisis” puede tener dos orígenes que modifican ampliamente su significado (como la mayoría de nosotros tiene ancestros de tantos lugares que es difícil localizar su “etnia”). En sanscrito la raíz kri se empleaba para separar o purificar algo. Por eso la palabra “crisol” hace referencia al espacio donde se purifican o separan los metales. Si partimos de este sentido podemos concluir que la crisis es la oportunidad de percibir lo realmente valioso y separarlo de lo secundario, es el tiempo de reanalizar las estructuras y la oportunidad de mejorarlas. Desde que nos convertimos en la sociedad de lo desechable hemos adquirido un miedo endémico a las crisis. Vivimos una sociedad de usar y tirar y olvidamos el valor del reciclado, de la reforma, de la reafirmación. Un ejemplo: “El matrimonio está en crisis” decimos aceptando con resignación la “realidad” de que la mayoría de las parejas se divorciarán. Esta afirmación asume, tristemente, una relación desechable. Volviendo al sentido original de la palabra, debiéramos apostar por eliminar lo que perjudica y fortalecer lo que beneficia. Y la crisis matrimonial devendría en estabilidad y renovación matrimonial.

El segundo significado es de origen griego y procede del vocablo krisis/krínein. Está muy relacionado con la valoración que se hace de algo o alguien cuando tenemos los datos suficientes como para emitir un juicio. Nuestra tendencia al malichismo nos ha llevado a emplear este significado sólo cuando llegamos a la conclusión de que algo va mal pero no tendría que ser así, también debiéramos expresar lo positivo. Un ejemplo: “Shekinah” hace su caminata hacia la naturaleza donde los jóvenes se expresan con sana alegría. Debiéramos emitir una valoración “en crisis”: “¡Ha sido una excelente actividad!” Otro ejemplo que todos comprenderemos pero, sobre todo, los alumnos de Ciencias de la Salud. Alguien está enfermo pero no podemos hacer un diagnóstico bien perfilado hasta que no llegue a su “punto crítico”. ¿Cuándo es ese momento? Muy fácil, cuando podemos emitir un juicio. De ahí que “crisis” sea prima hermana de la palabra “crítica” y, también, de “criterio”. Palabras que se parecen en sonido pero que son muy distintas en significado. Mientras que la “crítica” suele ser una valoración desde la superioridad que cuestiona partiendo de percepciones subjetivas; el “criterio” se sitúa en la plataforma de las ideas, desde un análisis equilibrado y con la intención de ser objetivo. La primera es deductiva y generalizante, el segundo es inductivo y preciso. La primera ataca a las personas, la segunda escudriña los pensamientos.

Vivimos tiempos de crisis, de valoraciones, y, ante tal circunstancia, se observa que bastantes se decantan por la simple crítica y muy pocos por el criterio. Mirad los medios de comunicación, están teñidos de cuestionamientos, muchas veces gratuitos, que presentan una sociedad maniquea (yo soy bueno y todos los demás son malos o lo hacen mal). Está implantada la idea de “abajo los de arriba” y todo lo estructural, por definición, es negativo. Este pensamiento no es correcto, como la mayoría de las críticas. Nosotros, sin embargo, debiéramos pensar como universitarios, debiéramos evaluar el mundo con criterio. Habría que comenzar por, primero, analizar las ideas en lugar de las personas; segundo, ofertar alternativas de pensamiento en lugar de sólo diagnósticos; tercero, apostar por una mayor implicación con lo que pensamos simplemente por coherencia y, cuarto, finalizar con una valoración equilibrada y aplicable en su ejecución.

Otro ejemplo. Suben los precios. La comida, las cuotas, la ropa, los transportes se incrementan y esto nos afecta. Hay, por tanto, una par de reacciones. La crítica se expresaría con “siempre es lo mismo, nosotros tenemos que…” o “nadie tiene en cuenta lo que cuesta…” o “el problema es de X que…” o “hay que tomar medidas porque de nuevo…” o “vamos a hacer una manifestación porque nunca…” Observáis las palabras clave de estas expresiones, son generalizaciones irreales. Afirmaciones poco científicas. El criterio, sin embargo, diría “hemos de tener en cuenta que vivimos en una estructura económica de notable inflación y, sea como sea, tengo que prever que habrá subida de precios” o “es cierto que todo ha subido pero también tengo mejor cambio (o la campaña de colportaje me ha ido mejor, o mi sueldo se ha incrementado o creo que puedo modificar mis gastos)” o “el problema se debe a que la filosofía económica X ha…” El análisis con criterio aporta nuevos planteamiento y, por tanto, nuevas soluciones. Como diría Albert Einstein: “En los momentos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento” o “no podemos resolver los problemas usando el mismo tipo de pensamiento que se usó cuando se crearon”.

La crítica personaliza y, por tanto, se obtiene, como resultado, una respuesta personal, lo que genera desavenencias innecesarias. El criterio analiza el mundo de las ideas y, gracias a ello, se reacciona desde tal plataforma. Y eso me hace pensar que hay mucha crítica y no tanto criterio, quizá, por ello, nos cuesta avanzar. Propongo a cada componente de esta estructura llamada UAP, sea del estrato que sea, que adquiera el hábito de pensar y hablar con criterio, construyendo desde las ideas a la realidad, fijándonos en la utopía para crecer. Nunca ha habido mejor oportunidad que un tiempo de “crisis” para evaluar cada detalle de nuestras existencias y elegir lo realmente valioso. Por cierto, no pienso permitir que la psicosis de la crisis opaque mis oportunidades, que la subida de nada baje nada de mi razonable felicidad y… ¡Menuda felicidad!

jueves, 16 de abril de 2009

Belleza alterada

Ha llegado el otoño austral y me resulta bellísimo. ¿Bellísimo? El irregular descender de una hoja de intenso carmesí que descubre los fractales de los arces del parque de casa me motiva. ¡Qué paradoja! Disfruto con la decadencia. Quizá no he aprendido la lección del color.

NERVIOS

 

No has caído con el invierno

aunque te sonrojaste

al quedarte sola,

cuando las demás

dejaron el huerto,

cuando se balancearon

hacia otras.

 

Has conservado tu savia,

tu celo

soportando las heladas,

las podas;

las largas sombras

sin cielo;

los recuerdos del sol

en las lomas.

 

Y piensas que todo pasa,

que no es eterno,

que volverán los colores,

otras hojas,

la fuerza en las ramas,

el rocío mañanero.

 

Y esperas el final de las cosas,

y sabes que siempre

acaba el invierno.


Profeta de los que no hay

A muchos les gusta jugar a augures pero tienen mala memoria. Nosotros también. A muchos les gusta envolver la palabra en tonos y gestos pero tienen mala retórica. Quizá nosotros también. Pero él hablaba la verdad y sonaba a bello. Tal vez, por ello, Jesús lo recitaba con melodía y, por supuesto, sin notas.
A Isaías, de esos profetas que ya no hay.

SILENCIO

A Isaías,

al poeta que admiro,

al profeta que respeto,

y, sobre todo, a la presencia del Eterno.

 

Susurrando sibilantes sílabas te sentaste

en las faldas de nieblas y vientos,

soñando aleteos sonoros, sintiendo.

Anonadado palpaste el traqueteo

zigzagueante del templo, del tiempo.

Y eras nada. Cero.

Silencio.

El acento de mi vida

He comprendido, con el devenir de los días, que la tilde cambia de lugar. Es cierto, he dejado mis años de intensidad donde todo era agudo, no siempre agudez. Y llegaron las horas llanas, francas como el corazón bueno, y crucé océanos y simas con amigos y otros. Pero mi tilde cabalga y me exige tres sílabas, poco es breve apenas mi tiempo. Las cosas son así y, cosas del acento, me siento por fin algo más de aquí, menos molesto.

NAVEGANDO

 

He encontrado mi brújula,

la perdí en el Ártico

de mis días de escéptico.

Recordé que la náutica

no es cosa de excéntricos,

que en el mar, la práctica,

sólo te quita el vértigo;

que las olas son pláticas

con las rocas del mérito;

que los tesoros son fábulas

de navegantes sin éxito.

 

He encontrado mi brújula,

y su obsesión por lo magnético

me dio una vida esdrújula

y un corazón con léxico.

 

Mirando atrás, ¡¡gracias!!

Fueron días de dolor. Ella, diminuta e indefensa, se encogía en una cuna de cristal. Nosotros, diminutos e indefensos, nos encogíamos entre lágrimas de cristal. Pero Dios, inmenso y poderoso, nos ofertó la luz. Cuando miró atrás desde el ahora, cada neurona de mi ser, en sinapsis y algarabía, dice: ¡Gracias!

UNA NANA

A NENA AINHOA

 

¡Aupa, nena Ainhoa, aupa!

Imita sueños de seda.

No llores cuando la luna

huela a cartón y piedra.

Olvida y siente frescura.

 

¡Anda, nena Ainhoa, anda!

Pide una estrella en tu cuna,

estrellita engalanada.

Despiértala cuando la tuna

ronronee antes del alba.

 

¡Ora, nena Ainhoa, ora!

Silenciosa, acurrucada.

Añadiendo tu blancura

a tus chiquitas palabras.

Ríe en la noche oscura

mientras Jesús canta nanas.

 

¡Escucha, nena Ainhoa, escucha!

¿No oyes como te canta?

Tiene en la voz dulzura,

en los ojos tu faz blanca.

Risueño, junto a tu cara,

observando tu luz clara,

siente que el dolor no dura.



Una reflexión sobre Dios

Dios no deja de estar, ni de actuar aunque no siempre le percibamos como tal. La acción de lo bueno no espera la comprensión del receptor. Estar ahí por convicción, a pesar de las reacciones, es la mecánica divina.

EL MIMO DE LOS TIEMPOS

 

¡resoplas serpenteantes movimientos!

 

Eres el mimo de los tiempos

con tu cara blanca,

con tus ojos tiernos.

 

Te sonrojas entre las montañas

cuando a la catedral vuelan los cuervos,

cuando tus níveas barbas

se hacen espuma, algodón, sueños.

 

Como todas las tardes llegas al alma

con tus recatados y amables gestos,


 
con los mirlos que se engalanan

cantando adioses al invierno.

 

A fuerza de brotes con el sauce hablas,

con el olmo que se eleva callado y quieto,

con la hiedra que se enzarza

en verdes y complicados enredos.

 

Al fondo, los ecos de una campana

suspiran por agarrarte dentro,

por tener la receta sagrada

de tus cotidianos movimientos.

Cuidas, sigiloso, tus mesnadas

como la gallina a sus polluelos.

Das a la vida ritmo,

al pimpollo savia,

azul al cielo.

 

Eres el mimo de los tiempos,

el de las manos horadadas

por sus pequeños,

el de las pocas palabras,

el de los muchos hechos,

el de las tardes en casa

cuando se aleja el invierno.