jueves, 16 de abril de 2009

Profeta de los que no hay

A muchos les gusta jugar a augures pero tienen mala memoria. Nosotros también. A muchos les gusta envolver la palabra en tonos y gestos pero tienen mala retórica. Quizá nosotros también. Pero él hablaba la verdad y sonaba a bello. Tal vez, por ello, Jesús lo recitaba con melodía y, por supuesto, sin notas.
A Isaías, de esos profetas que ya no hay.

SILENCIO

A Isaías,

al poeta que admiro,

al profeta que respeto,

y, sobre todo, a la presencia del Eterno.

 

Susurrando sibilantes sílabas te sentaste

en las faldas de nieblas y vientos,

soñando aleteos sonoros, sintiendo.

Anonadado palpaste el traqueteo

zigzagueante del templo, del tiempo.

Y eras nada. Cero.

Silencio.

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